viernes, 7 de marzo de 2008

Con la almohada: Nueve noches



Noche I

Tengo una costumbre muy arraigada, bueno tengo muchas costumbres arraigadas pero esta es una de las más "arraigadas", cuando me voy a dormir me gusta pensar, repasar detalladamente las cosas que me han sucedido durante el día. Las cosas que tenía por hacer y he hecho, las que me hubiera gustado hacer y me ha sido imposible...en fin la rutina diaria.

Son unos momentos en que la realidad se va diluyendo, y en el silencio y la oscuridad, la mente se va perdiendo en ensoñaciones, se libera del peso de la atención y no sabe una muy bien si se está despierta o dormida...son los momentos en los que los problemas parecen resolverse solos, que se encuentra la solución deseada que durante el día no ha querido hacerse presente...y en esos momentos una se hace algún que otro reproche y se toma la decisión de al día siguiente no volver a incurrir en algún error de bulto...y llega el instante en que el cuerpo parece fundirse, casi desaparecer, es como si una se volviera solo espíritu, quizá es el efecto de la medicación o simplemente que se ha traspasado sin darse cuenta el umbral de la puerta de los sueños.

Y se recuerda, o mejor dicho se revive, con una intensidad inusitada, algunos acontecimientos del pasado tanto lejano como inmediato...

Captar esos segundos, porque son segundos, casi mágicos en que se tiene la impresión de poder tocar el cielo con la punta de los dedos, captarlos para poder guardarlos...pero es imposible...desaparecen, se desvanecen, como la niebla cuando queremos atraparla entre nuestros dedos...vas a cogerlos y ya no están...pero no hay que rendirse, hay que volver a intentarlo...porque seguramente, algún día, lograré cogerlos...me aferraré a ellos y ya jamás nos separaremos.
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Noche II

Tengo una mariposa volando en mi ventana...en el alfeizar tengo las flores, que estan abriendo su intimidad al sol, un suave perfume apenas esbozado se desparrama alrededor.

La mariposa insiste una y otra vez, intenta alcanzar el fruto que intuye, pero no logra alcanzar...una tenue rejilla la separa del objeto de su deseo, pero ella insiste, una y otra vez, y otra y otra...

Me apiado de ella y muy despacio corro la mosquetera, ella continua en el mismo lugar, revoloteando, sin darse cuenta que ya no hay obstáculo que la impida saciarse...pasan los segundos y su vuelo errante y dubitativo empieza a irritarme...tiendo mi mano hacia ella, la mariposa se posa en ella y la acerco con dulzura a la flor abierta...

De repente se desvanece , se deshace, polvo de oro y plata en mi mano tendida...un rayo de luz que desaparece.
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Noche III

En mi mano solo hay un pequeño polvillo de oro y plata, restos de su presencia, todo ha sido tan rápido que dudo que haya sucedido, al apartar la mano para ver que tengo en ella, me pincho en la rosa de la ventana...el dolor punzante, y con él brota la sangre...y esta se mezcla con el tenue rastro de la mariposa...

Miro sin ver, solo siento...cientos de mariposas salen de la palma de mi mano, y se pierden en la infinidad del espacio, quiero cogerlas, pero no puedo, quiero unirme a ellas, pero no me dejan, no tengo alas, mis torpes pies están anclados a la tierra...una profunda tristeza se apodera de todo mi ser, mil rayos de luz que desaparecen en un segundo y se apodera de mi la oscuridad más profunda.

Hace frío, mucho frío, siento mi sangre convertirse en hielo. No puedo moverme, solo puedo soñar...siento a mi lado una respiración acompasada...una promesa de calidez, un aliento que me devuelve a la vida...sigo dormida.
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Noche IV

Me viene a la mente la imagen de el olivo...era tan viejo , tan gastado, tan retorcido, pero tan eterno. Mi cita con él era anual, después de besar a mi abuela, la primera mañana era para él.

No por nada especial, era por la sensación que me producía subirme a él. Sensación de seguridad, de protección, de plenitud.

Amaba aquel olivo, y creo que él a mi también. Subida entre sus ramas, escondida en su frondosidad, le contaba mis penas y alegrías, mis desengaños, él fue el confidente silencioso de mis pequeñas aventuras, de mis rabias contenidas, de mis lágrimas vertidas, pero también de mis risas y travesuras.

Un verano, la primera mañana...ya no estaba, lo habían cortado, en su lugar una casa...ese día descubrí que la belleza tenía dueño y la tierra y el agua y la fuente y el río...todo tenía dueño, y descubrí también mi lado oscuro...
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Noche V

Me dan mucha pena los juguetes abandonados...que tristes, han dejado de ser útiles, ya nadie los quiere.

Recuerdo muy bien el pequeño camión, tirado en el alcorque de un árbol, era de un hermoso azul metalizado, sus cromados, a pesar de que faltaban la mitad, se veían aun brillantes, no tenía las ruedas traseras, y en ese lamentable estado aún lucía lindo.

Lo vi al doblar la esquina, y tal como me acercaba a él no podía quitarle la vista de encima, me atraía, pasé junto a él, me alejé, pero sentía su presencia detrás de mi, que tontería me daba la impresión de que me llamaba. Continué mi camino.

Durante toda la mañana la imagen del camión azul volvía una y otra vez a mi mente. Al final salí a la calle, eres boba...eres boba...me repetía a mi misma, pero no podía evitarlo dirigí mis pasos hacia el árbol donde lo había visto por la mañana, desde lejos miré con insistencia y lo vi, estaba en el mismo lugar, me sentí aliviada, casi empecé a correr para llegar antes.

Lo cogí, y sentí su dolor, su abandono, las ilusiones perdidas de algún niño que había jugado con él, y ahora podía sentir su inutilidad...

Me lo llevé, lo limpié, y está conmigo y con un montón de juguetes abandonados, encontrados, salvados de la desaparición, cargados de mil y un sueños de niños y de vez en cuando me los cuentan...
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Noche VI

No he podido resistirme a tu llamada, vive dios que lo he intentado, he cerrado mis ojos para no ver tu luz plateada en el alféizar de mi ventana, he tapado mis oídos con la almohada...pero no he podido resistirme a tu llamada.

Abandonando la calidez del lecho, he bajado a la playa. Desnuda, he entrado en la calmada pero ya fría agua. Me he dejado llevar por tu reguero de plata y me he bañado en el, intentando cogerte entre mis dedos ansiosos. Me miras desde lo alto, me sonríes misteriosa, me llamas sin sonido, me posees toda. Me estremezco en el agua, mi frustración me acongoja, has vuelto a engañarme con tu luz de plata...

Mañana danzaré entre los arboles, buscando tu luz añorada, me dejare acariciar por tu fría mirada, hundire mis pies en la yerma tierra, correré en pos de una quimera, esperando que algún día, realmente, me quieras.
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Noche VII

Hace frío, tengo los pies helados, la punta de la nariz es un témpano...si solo fuera eso, pero tengo frío en el alma...nada me reconforta.
Algo se me escapa...volando ante mis narices, no logro atraparla. Es esquiva se ríe de mi , entra y sale a su antojo de mi mente...pero no logro cogerla, y está ahí , ante mis narices...pero se me escapa.

De repente me da la impresión de que ya la tengo...pero no, la maldita se vuelve a esfumar, y me deja otra vez sola y burlada...pero la atraparé , en algún momento lograré que se quede quieta el rato suficiente para poder plasmarla...y entonces seré yo la que me ría.

Por qué es tan complicado explicar un sueño. Por qué es tan difícil acariciar una idea, tocar un deseo, besar el agua...

Creo que será mejor tomarme una leche con miel...y dejarlo para otra ocasión...
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Noche VIII

Con el corazón desbocado, las piernas cansadas y el anhelo de volar...con la mente perdida, los ojos nublados y las ganas de gritar...me dejo caer en la hierba fresca recién mojada por la lluvia. Mi cuerpo bendice la frescura que me penetra, mi alma agradece la sensual caricia...me fundo con la tierra, me dejo llevar por los olores, sensaciones pasadas, emociones futuras. No hay sonidos, solo sentidos despiertos y oigo crecer la hierba, rumor lejano de miles de vidas muertas. Un escalofrío recorre mi cuerpo , el frió penetra mi cuerpo y el espanto mi alma...quiero correr y no puedo, quiero gritar y no tengo voz, quiero abrir mis ojos pero ya no existen, la tierra me traga, me devora y me convierto en hierba...

Oigo un rumor lejano ...


Noche IX

Desde ayer por la mañana tengo una extraña sensación...desazón mas bien, o será un ramalazo de auto compasión o algo similar, no se, es algo extraño...

Ayer hacía viento, mucho viento, viento de noreste algo frío, la mar rizada tenía ese particular aspecto que le dan os primeros días de otoño...la luz es mas tenue, la arena, libre de gentes, está mas limpia y lisa. Hasta el sonido de las olas es mas fuerte, mas fiero, mas retador, mas libre, mas amenazante. Libre de bañistas, el agua, vuelve a reinar a sus anchas, no ...hoy no invita al baño pero si al paseo.

Unas gentes que no conozco entran al muelle, abren la marcha dos hombres de unos cuarenta y pocos, caras compungidas ojos llorosos, uno lleva una bolsa de papel que llama mi atención...no puedo apartar de ella mi vista y me estremezco...Unos metros detrás dos mujeres llevan casi en volandas a un anciano, gafas negras, caras tristes, semblante serio, pocas palabras, gestos de cariño y comprensión...Cierra la marcha un matrimonio, edad indefinida, cara de circunstancias, cara de tramite obligado, unas rosas tristes en la mano de ella.

Miro a mi marido, le digo lo que pienso, me dice que tengo una gran imaginación...el cortejo ha pasado, les sigo con la vista, van hacia el final del muelle , suben los dos hombres primeros los peldaños que llevan al contradique interior del puerto, hay allí unas piedras...suben con la bolsa...están lejos de mi y los pierdo de vista.

Apetece pisar la arena, si no fuera por lo picada que esta la mar me bañaría, pero con estas olas y lo honda que es la playa me resulta muy difícil salir del agua...pero apetece aspirar esa brisa salobre, apetece morder ese aire potente que llena los pulmones de fragancias marinas. Volvemos al barco.

La bolsa llena mi pensamiento, da vueltas en mi cabeza, me llama desde el abismo. Casi a la carrera llego al lugar donde los vi desaparecer, me asomo a las piedras y veo justo delante del pequeño faro de la luz verde de entrada, una rosa flotando entre ellas, pétalos diseminados llevados por el viento han quedado enredados entre unas incipientes algas...quien sería ¿ la madre, la abuela?...es una mujer mayor la que han tirado al mar, cenizas desconocidas y sin nombre que ya por siempre formaran parte del lugar...

Me crea desazón y tristeza, conozco el puerto y sus aguas, triste final para una vida.
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